por Oscar Hernandez
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28 de agosto de 2025
Empiezo por lo que casi siempre falta: claridad de cliente y de problema. Un ICP no es una descripción bonita; es un filtro que te deja fuera a clientes que no encajan. Industria, tamaño, región, stack tecnológico, ciclo de compra y, sobre todo, dolor económico verificable. ¿De verdad puedes poner en una línea el problema monetizable que resuelves y el resultado que entregas en 90 días? Si no, cualquier táctica se te va a deshacer en la mano. Luego, la oferta de entrada. La primera conversación se compra con bajo riesgo: diagnóstico breve, benchmark, calculadora simple con datos del prospecto, una prueba pagada y acotada. Si lo único que ofreces es “agendemos una demo”, compites con todos. Si ofreces una decisión fácil (“15 minutos para cuantificar el ahorro” o “auditoría express de tu embudo”), elevas la tasa de reunión sin rebajar precio. Vale la pena preguntarte: ¿tu primer paso reduce el esfuerzo cognitivo del prospecto… o lo aumenta? El mensaje no necesita poesía; necesita precisión. Tres ideas claras: quién eres, qué problema económico atacas y cuál es el siguiente paso. Personalización real no es “vi tu perfil”; es usar una señal visible de esa cuenta (una vacante abierta, una expansión a un país, un cambio regulatorio, una tecnología instalada) para demostrar que hiciste la tarea. Pregúntate si podrías leer tu correo frío en voz alta, en 20 segundos, sin perder claridad. Si no, recorta. En canales, el error típico es casarse con uno solo. La prospección funciona cuando existe cadencia multicanal. El mismo hilo recorre correo, LinkedIn y llamada, en pocos días, con variaciones mínimas del mismo argumento. Un buen ritmo en 14 días puede verse así, sin rigidez: un primer correo con promesa clara y prueba social concreta; un comentario útil en una publicación del prospecto y un mensaje corto; un segundo correo con un dato del sector y la invitación al diagnóstico; una llamada breve con hipótesis de ahorro; un último correo con caso real y fecha propuesta. La pregunta es sencilla: ¿tienes una cadencia definida y repetible o improvisas según el ánimo del día? LinkedIn no sustituye al correo, lo prepara. Si entras a vender en el primer mensaje, pierdes. La conexión con nota útil, un par de comentarios con valor y luego una invitación a un diagnóstico cambia la actitud del receptor. El objetivo no es lucirte; es desbloquear conversación. ¿Tu actividad en LinkedIn está diseñada para eso, o solo para publicar y esperar? El teléfono sigue siendo subestimado. Una llamada bien hecha no vende, califica: en 45 segundos planteas el contexto, la hipótesis de valor y una pregunta honesta que merezca respuesta. Si la persona correcta no contesta, dejas un mensaje que abra deuda cognitiva y vuelves a correo. Antes de descartarlo, pregúntate si de verdad tienes un guion consultivo breve y entrenado. Nada de esto funciona sin lista de cuentas con señales. La calidad de la prospección es la calidad de los datos: cuentas que están contratando en tu área, que acaban de adoptar una tecnología compatible, que anunciaron expansión, que enfrentan una nueva norma. No es volumen, es intención. ¿Tus listas se nutren de señales o de directorios generales? Partners y referidos son el atajo legítimo. Funcionan cuando existe un programa claro: a quién refieres, qué mensaje pueden reenviar en tu nombre, qué incentivo hay y cómo les ayudas a dar el primer paso con su cliente. ¿Dejaste esto al azar o tienes un texto listo para que un aliado lo reenvíe hoy mismo? La prospección necesita inbound de apoyo, pero quirúrgico. Tres piezas orientadas al problema (una guía operativa breve, una comparativa honesta, una calculadora), cada una con un CTA a conversación. No busques descargas, busca reuniones. Si tu contenido no conduce a una acción concreta, es branding, no prospección. ¿Cuántas piezas actuales desembocan en una agenda real? Hablemos de pipeline. Si no vive en el CRM, no existe. Campos mínimos, etapas definidas por evento verificable (demo realizada, propuesta enviada, aprobación legal recibida), responsable único y próxima acción con fecha en cada oportunidad. Sin eso, tus reportes son decoración. ¿Cuántas oportunidades abiertas hoy tienen un siguiente paso asignado? Lee mi artículo sobre CRM, seguro te será de gran utilidad. Las métricas no son un ritual, son un espejo. Tres te ordenan rápido: tasa de respuesta (si estás por debajo del 5 %, revisa lista y primer renglón del correo), tasa de reunión (si no pasas del 2 % de los tocados, tu oferta de entrada no vale la pena) y conversión de reunión a oportunidad (si no llegas al 30 %, tu diagnóstico no califica bien o tu propuesta no resuelve lo que duele). No acumules tableros; elige pocas métricas que muevan decisiones. Todo sistema necesita puntos de control. No para celebrar actividad, sino para decidir con frialdad. A los 30 días evalúas adopción del proceso y disciplina en el CRM; a los 60, calidad de datos y avance por etapas; a los 90, capacidad de prever el mes siguiente con un margen de error razonable. Si no cruzas los umbrales que definiste, ajustas mensaje, oferta o lista. Si aun así no da, paras. Es mejor cortar un experimento a tiempo que alimentar un proyecto zombi que te come presupuesto y moral. Y una última idea que pocos quieren oír: la prospección no escala si la propuesta de valor es confusa o si el precio no guarda relación con el resultado. A veces el problema no es el asunto del correo, sino que lo que ofreces no justifica una reunión para ese perfil. Tener el valor de reconocerlo y reposicionar salva meses. Si llegaste hasta aquí, no te lleves una lista de pendientes. Llévate preguntas que incomodan y ordenan: — ¿Mi ICP y el problema económico están descritos en una sola línea clara? — ¿Mi oferta de entrada reduce el riesgo del prospecto en 15 minutos? — ¿Tengo una cadencia multicanal definida para 14 días o improviso? — ¿Mi lista se alimenta de señales reales de compra? — ¿Cada oportunidad en el CRM tiene próxima acción con fecha? — ¿Qué decido si en 30, 60 y 90 días los números no se mueven? Prospectar bien no es ruido, es diseño. Cuando ordenas la base, eliges tácticas con intención y mides lo justo, las reuniones dejan de ser azar y se convierten en un flujo predecible de conversaciones que sí pueden terminar en ingreso. Ese es el punto de partida. Lo demás, solo volumen. Tu amigo Oscar ;)